“DONDE NO HAY TRABAJO NO HAY DIGNIDAD”
Las HERMANDADES DEL TRABAJO, con motivo del Primero de Mayo, fiesta del trabajo, ante las dificultades económicas y sociales de tantos trabajadores y sus familias, queremos seguir transmitiendo unas palabras de denuncia, aliento y esperanza. Conscientes de nuestro compromiso con el mundo del trabajo, nos sentimos llamados a discernir el momento presente y a seguir dando una respuesta solidaria según nuestras capacidades. La crisis que actualmente vivimos los ciudadanos de España y de Europa, tiene que ser afrontada, principalmente, desde sus causas y desde sus víctimas; para lo cual es necesario establecer un juicio moral que permita encontrar el camino adecuado para su solución. No es nuestra responsabilidad proponer soluciones técnicas, pero sí forma parte de nuestra misión iluminar, con la doctrina social de la Iglesia, los graves problemas de la crisis poniendo en el centro la verdad del ser humano y sus derechos. Hoy la cuestión del trabajo y del trabajador se ha convertido en una cuestión moral y antropológica.
VERDADERAS CAUSAS Y VICTIMAS DE LA CRISIS.
Como trabajadores cristianos, somos muy conscientes de la gravedad de la situación en la que la mayoría de nuestros hermanos se encuentran. Muchos de los miembros de nuestro Movimiento la sufren. La crisis económica y laboral que padecemos tienen su origen en la pérdida de valores, la falta de honradez, la codicia –que es raíz de muchos males– la inhibición insolidaria de muchos contribuyentes y la carencia de control de estructuras financieras (último ejemplo: los “papeles de Panamá”). Esto se ha visto potenciado por una economía globalizada, donde las injusticias en el régimen laboral en los países del otro lado del mundo, repercuten en los diversos ámbitos de la vida social de nuestro país y afectan gravemente a los más débiles, con especial incidencia en las familias, jóvenes, inmigrantes, pequeños empresarios, agricultores y ganaderos. Es sintomática la carencia de sensibilidad con los refugiados, ello manifiesta también una falta de solidaridad con los más empobrecidos de entre nosotros. Las bases culturales, axiológicas y religiosas de Europa están puestas en entredicho.
Es un hecho que, poco a poco, los antivalores van ganando terreno. No solo han pervertido la moral ciudadana, también se han enquistado en las instituciones instrumentalizando la ley y la política. Las estructuras sociales y económicas, los organismos jurídicos y administrativos han cedido ante esta ofensiva de indiferencia e insolidaridad que provocan, como consecuencia, la desintegración de la síntesis de valores que fue conformada, en su momento, por el ethos cristiano.
Nuestra cultura se construyó sobre principios sólidos enraizados básicamente en las tradiciones grecolatina y judeocristiana. La verdad del hombre no está reñida con el progreso, no es un producto de las mayorías, no es un acuerdo político, no es consensual, no responde a una asamblea, sino que precede e ilumina todo acontecer público. Los valores al estar fundados en la verdad, purifican la acción política.
Hoy, más que nunca, Europa debe fijar su mirada en sus raíces cristianas. Sin Dios, el hombre no sabe donde ir ni tampoco logra entender quién es. Cuando una sociedad está gobernada por el dios dinero la cultura del descarte avanza y desecha a los más débiles: niños, ancianos, mujeres, refugiados...
LLAMADOS A ACTUAR Y ALIVIAR LA MISERIA
No basta con reflexionar y contemplar la realidad compleja que vivimos, ni basta con tomar conciencia de los problemas que estamos padeciendo. Es imprescindible que nos sensibilicemos ante el sufrimiento de los demás y adquiramos el compromiso para acompañar a los que sufren el paro y demás injusticias. La pobreza y el desempleo degradan la dignidad del ser humano. Es necesario impulsar un nuevo dinamismo laboral que comprometa a todos en favor de un trabajo digno y decente que reconozca y exprese la dignidad esencial de todo hombre y mujer, que permita satisfacer las necesidades básicas de la familia y que asegure una jubilación digna a los trabajadores.
En el ámbito político es fundamental el impulso de un cambio de modelo productivo que potencie el papel de la industria y de los sectores que más pesan en el desarrollo sostenible a largo plazo, con inversiones en educación, formación profesional e investigación. Por otro lado, es necesario poner en marcha políticas de empleo e inversión que permitan la recuperación de unos servicios públicos de calidad accesibles a toda la población y que, para no hipotecar a las generaciones venideras, sean compatibles con la reducción del déficit público.
En el ámbito europeo es preciso cumplir con los objetivos propuestos en la Unión Europea, para lo cual se necesita la promoción de una mano de obra cualificada que pueda adaptarse a mercados laborales que están evolucionando con el cambio económico a consecuencia de la globalización.
UN COMPROMISO PERMANENTE CON LOS TRABAJADORES
Las HERMANDADES DEL TRABAJO, como obra de trabajadores y para trabajadores, están llamadas a servir al mundo del trabajo. Nuestro compromiso es una encomienda que hemos recibido a través de nuestro fundador, el Siervo de Dios Abundio García Román. Desde los orígenes de nuestro Movimiento así lo hemos tratado de hacer.
Como miembros de un Movimiento cristiano que quiere ser fermento del Evangelio, nuestra seña de identidad es la fraternidad. Por esta razón, nuestros Centros están cercanos a los trabajadores amenazados por diversas dificultades y, junto con ellos, tratamos de buscar caminos que les ayuden a afrontarlas. Nuestro distintivo es el compromiso por la promoción humana, profesional y religiosa; creemos que este es el modo de reconocer y devolver el protagonismo a los trabajadores y de promover su esperanza ante las situaciones inciertas. Los miembros de nuestro Movimiento en España y América estamos presentes en los diferentes ambientes laborales y nos implicamos, junto con otros trabajadores, en la defensa de los derechos y la justicia social. Hoy queremos renovar este compromiso.
Finalizamos este manifiesto haciendo una llamada a nuestros políticos. Más allá de sus intereses partidistas, les pedimos que comprometan la maquinaria de sus partidos al servicio de los más pobres. Consideramos imprescindible que combatan la corrupción y que también, junto a las políticas de crecimiento económico, promuevan políticas sociales que rescaten a “los descartados” de nuestra sociedad. Sin duda, las políticas activas de empleo deben ser una prioridad. La mejor forma de combatir la exclusión social y la desigualdad y de potenciar el llamado estado social de bienestar, es la creación de puestos de trabajo donde se integren tanto las generaciones jóvenes como las que superan la mediana edad.
Nuestro país tiene futuro si todos actuamos responsablemente y nos comprometemos por el bien común.
CONSEJO NACIONAL DE LAS HHT
Madrid, 1 de mayo de 2016